Si de un día para otro, de repente, al despertarnos, nos encontráramos con un país donde las personas que se eligen en las urnas gobiernan al dictado de poderes que no conocen otra democracia que la del que tiene el control del capital, cuestionaríamos la democracia. Y si ese mismo día, escucháramos que se está echando a gente de sus casas por no poder pagar a los bancos, cuando a esos bancos los hemos rescatado entre todos... y que esa gente no puede pagar por haberse quedado en paro por culpa de una política económica del pelotazo urbanístico que ningún gobierno se atrevió a frenar y que, de hecho, promovieron, nuestra indignación sería mayúscula. Más aún si ese mismo día escucháramos que decenas de personas desahuciadas se han suicidado después de que, además de perder su casa, se ven endeudadas de por vida con un banco y sin un techo bajo el que vivir. Y el Gobierno lo que hace es enviar antidisturbios para que se haga efectivo el desahucio...
Encima ese día, las noticias nos dicen que se van a recortar los gastos en sanidad, educación, servicios sociales, prestaciones de desempleo, pensiones... Justo esos servicios públicos que utilizamos los trabajadores, ya que las clases altas recurren al sector privado... Nuestra indignación nos desbordaría.
Y quizá esa misma tarde saldríamos a quejarnos, nos manifestaríamos pacíficamente en una plaza, quizá nos sentáramos en el suelo a modo de protesta. Quizá los antidisturbios comenzaran a cargar de forma desmesurada contra cualquier persona, no sólo a posibles "exaltados" sino contra toda persona con la que se cruzaran. Incluso veríamos cómo disparan pelotas de goma matando a un joven y dejando tuerta a una mujer. Estaríamos muy enfadados, y más aún si al llegar a casa y ver las imágenes, podemos comprobar que muchos de los "exaltados" de las manifestaciones eran infiltrados de la policía. También nos enteramos de que los periodistas que han sacado fotos y han grabado las agresiones policiales han sido detenidos.
Posiblemente esa noche nos iríamos a la cama convencidos de que nuestro país se ha convertido en una tiranía al servicio del capital. Un Estado policial que defiende los únicos intereses de la banca, el empresariado y la casta política que se reparte el poder desde hace décadas. Una casta que, además, se ha demostrado corrupta.
Sin embargo, si en lugar de ocurrir todo en un día, todas estas cosas se dilatan en el tiempo, ¿ya no pensaríamos que es una dictadura del capital y un Estado policial? El resultado es el mismo, sin embargo la dilatación en el tiempo hace que nos vayamos amoldando a la realidad, asumiéndola. No aceptaríamos todo de golpe, pero ¿poquito a poquito? Como dice Anguita, estamos ante un Golpe de Estado a "cámara lenta".
Es un proceso de desensibilización progresiva, una adaptación a la realidad, con bastante parecido al ciclo del maltrato contra las mujeres. Ningún maltratador de primeras agrede física y directamente a la mujer, sino que va poco a poco allanando el camino hacia la sumisión total: sutiles menosprecios, faltas de respeto, insultos, control excesivo de la pareja... hasta que llega el día de la primera agresión física. Si a la primeras de cambio, sin haber "allanado el camino", el hombre agrediera a la mujer, ésta le mandaría a paseo directamente. Sin embargo, la dilación en el tiempo, el ir poco a poco, acaba permitiendo y construyendo esa relación de sumisión. Por eso, es necesario que la mujer perciba desde el primer momento el más mínimo indicio del principio del ciclo del maltrato y sepa obrar en consecuencia.
Nosotros, como clase trabajadora en cualquiera de sus versiones: trabajadores, parados, jubilados (extrabajadores) y estudiantes (futuros trabajadores) si nos fijamos bien debemos darnos cuenta de que estamos en el final del ciclo: estamos apaleados. Hemos tenido indicios, y salvo excepciones, como sociedad o como clase social, los hemos aceptado. Hemos tragado con todo y nos encontramos en fase crítica, golpeados y humillados. Y encima para completar el ciclo del maltrato gran parte de la clase trabajadora ha generado dependencia respecto de sus agresores. Al igual que la mujer maltratada en muchas ocasiones genera una relación de dependencia respecto del maltratador y le justifica incluso las agresiones, muchos trabajadores afirman que "la culpa es nuestra por vivir por encima de nuestras posibilidades", lo que viene a ser un "nos lo merecemos". Y justifican los recortes con la deuda pública, las agresiones policiales con "los exaltados" y dejan la solución en manos de sus agresores, de hecho, todas las encuestas de intención de voto siguen dando la mayoría al PP y el segundo puesto al PSOE...
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