Una vez más, una trama de dopaje ligada al deporte (en este caso al atletismo) ha vuelto a poner en la picota la competición de alto nivel. A la espera de la investigación judicial y de que se depuren responsabilidades, queda una cosa muy clara: el deporte como actividad de ocio, lúdica, sana y promotora de valores positivos, apenas existe en la alta competición.
Los deportes de tipo individual donde el físico es lo más importante, por ejemplo el ciclismo y el atletismo, la cuestión del dopaje parece estar tan arraigada que la gran mayoría de los deportistas afirman que "todos teníamos sospechas", "todos sabemos lo que hay", yo desde pequeño siempre he escuchado a gente cercana al ciclismo decir que "no gana el que tiene unas piernas más fuertes, sino el que tiene un estómago más resistente" (dando a entender que gana el que mejor aguante la mayor cantidad de dopantes), etc...
En poco más de dos meses dos de los mejores deportistas españoles de la actualidad (Marta Dominguez y Alberto Contador, mejor atleta y mejor ciclista) están inmersos en investigaciones por dopaje o por tráfico de sustancias dopantes. No es un caso únicamente español, basta recordar casos sonados como los de los atletas Ben Jonhson, Marion Jones y multitud de otros atletas de menos renombre, y en el mundo del ciclismo no ha habido ciclista importante en la última década que se haya librado, al menos, de indicios de dopaje, y no hay que olvidar que casi todos los grandes han sido cazados (Riis, Ulrich, Pantani, Heras, Sevilla, Beloki, Landis, etc., etc., etc., incluso el propio Armstrong siempre ha estado en entredicho, ...).
Pero ya no sólo se trata de que estos deportes se vean salpicados por el dopaje, sino que otras lacras como las apuestas ilegales y las legales (que acaban generando tramas ilegales) dan lugar a la compra-venta de partidos de fútbol, de baloncesto, de combates de boxeo, etc.Valga recordar el "Moggigate", los maletines que van y viene en las últimas jornadas ligueras, la compra de árbitros como parte de apuestas ilegales, los habituales tongos en el boxeo, apuestas ilegales en Japón con su deporte milenario: el sumo... la lista sería interminable.
Por no hablar de la mierda que se mueve entorno a los intereses que genera la elección de las sedes de los Juegos Olímpicos (que se supone que son un ejemplo de deportividad y honestidad), de los mundiales de fútbol y baloncesto, ... intereses que se conjugan en reuniones a puerta cerrada que son lo más parecido a un mercado turco, donde se entremezclan intereses políticos y económicos.Todo ello sin entrar a valorar la cuestión de la deuda que tiene los clubes en países como España, donde deben auténticas millonadas a las arcas públicas, pero sin embargo siguen realizando fichajes millonarios todos los veranos. Todo, obviamente, con la complicidad del Estado que necesita de esa planta adormidera y alienante que es en lo que se ha acabado convirtiendo el deporte, que llena espacios periodísticos superiores a las decisiones políticas y económicas que nos afectan en el día a día.
Todas estas lacras tienen un denominador común: la extrema profesionalización y mercantilización del deporte de élite y que cada vez va alcanzando más a las secciones inferiores y las canteras. La cantidad de intereses económicos creados entorno al deporte es un cáncer que amenaza con acabar con la credibilidad de este ámbito. Tanto Marta Dominguez como Alberto Contador se nos presentaban como ídolos, héroes e iconos de la superación personal y de la limpieza del espíritu deportivo, frente a otros deportistas que habían optado por doparse. Hoy ambos también están inmersos en acusaciones relacionadas con el dopaje, bien por dar positivo bien por una supuesta implicación en tráfico de sustancias prohibidas.
Todo aquello en lo que existen intereses económicos está desacreditado, ya sean los medios de información, la política bipartidista actual o, como en este caso, el deporte. El capitalismo corrompe todo lo que toca, convierte a las personas en alimañas dispuestas a casi todo por el afán de riqueza o, en otros casos, por necesidad. El sistema capitalista ha convertido una actividad sana, saludable y llena de valores positivos, en algo comercial, destinado a ganar dinero y cuanto más y más rápido, mejor. A costa de cualquier cosa: dopaje, apuestas, compra/venta de partidos, etc. Además el propio sistema capitalista permite que se desvirtúen las competiciones con los injustos repartos económicos de los ingresos de los clubes deportivos por derechos de televisión, quinielas, etc. de forma que, como en el resto de los ámbitos del sistema capitalista, los ricos son cada vez más ricos, los medianos cada vez son más pequeños, los pequeños son enanos y los enanos se hacen invisibles a la sociedad.
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