En los últimos meses estamos acudiendo a un espectáculo en el que si cambiamos un concepto parecería que hemos vuelto al bajo medievo, mil años atrás. Se trata de cambiar la palabra "Mercado" por la palabra "Dios". Hagan el intento. Quizá no hayamos avanzado tanto como creíamos.
Escucho perplejo a los gobernantes de las naciones occidentales y a los grandes empresarios decir cosas como: "No hay que hacer declaraciones alarmistas que si no los Mercados nos castigan". "Hay que hacer ver a los Mercados que pueden confiar en nosotros". "Nosotros no somos como Grecia e Irlanda" (que cual Sodoma y Gomorra) al no cumplir con las consignas del Dios Mercado, han tenido que ser castigadas. Se pide la colaboración de los ciudadanos "esto sólo lo arreglamos entre todos". Mención merecen también los predicadores y gurús en forma de contertulios que nos recuerdan cada día que no hay más solución que esperar la ayuda de los Mercados, para lo cual debemos pedirles ayuda. Ora pro nobis.
Por no hablar de los "sacrificios" ofrecidos al Dios Mercado en nombre de la reducción de la deuda. El recorte en gasto público, los recortes de los derechos laborales, etc. no son más que sacrificios realizados y ofrecidos a los Mercados para aplacar su ira. Dios tiene que ver que estamos dispuestos a hacer lo que sea por Él. Nos debemos a Él. No somos nada sin Él. Los poderes públicos rebajan impuestos y los ayuntamientos ceden sus suelos para que los Mercados implanten sus empresas e inviertan en ellos. Sólo falta el altar del sacrificio, aúnque quizá éste sea el Congreso de los Diputados, los Parlamentos autonómicos y los Plenos de la Ayuntamientos desde dónde se materializan las ofrendas en forma de leyes, decretos y acuerdos plenarios.
Los curillas de la parroquias (Gobiernos) hacen lo que les piden desde el nuevo Vaticano (la sede del FMI y del BCE) incluso existe su propio Opus Dei encarnado en el misterioso Club Bilderberg. El pueblo ruega: "¡que los Mercados se apiaden de nosotros!, Venid Mercados, venid a ayudarnos. Invertid aquí, ¡que suba la Bolsa, por favor!¡Estamos en vuestras manos!".
Pero hay que tener en cuenta que la "Mano Invisible" del Mercado a la que se refería Adam Smith, no son más que especuladores que hacen millones a costa de un pueblo cada vez más empobrecido. Coño, pues eso: igual que la Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario